vendredi 30 janvier 2015

Un altar para Valero

Semifinales del Mundial de Balonmano 2015 Polonia, 29-Qatar, 31 »

Un altar para Valero




De acuerdo. Prácticamente todo es postizo, fruto de una millonada y de una ambición desmedida por lanzar un mensaje al mundo. Un pabellón de cinco estrellas perdido en el desierto; una ciudad volcada con un deporte al que hasta hace unos días ni siquiera ponía en el mapa; aficionados de importación, que lo mismo se ponen la camiseta granate que inmediatamente después una roja; y una serie de jugadores multinacionales, de Francia, Cuba, Bosnia o España, qué más da, balbuceando un himno completamente ajeno a ellos, por orden del de arriba, del emir, que para eso pone la pasta.



Efectivamente, todo es muy sui géneris. Pero lo que nadie puede negar es que lo que ha conseguido Valero Rivera es una obra descomunal, a la altura de la magnanimidad del objetivo de Qatar, el primer equipo asiático que luchará por la Copa del Mundo. De la mano del entrenador español, la selección del emirato ha alcanzado la final del Mundial, de su Mundial, de un torneo en el que símbolos como Alemania, Suecia, Croacia o Dinamarca han caído a la cuneta sin remedio mientras ella, novel en esto del balonmano, aspira a encumbrarse e ir abriendo senda en el escenario deportivo que desde hace tiempo figura en su punto de mira, al precio que sea.



Qatar tumbó a Polonia (29-31), engullida poco a poco por la anaconda a la que ha dado vida Valero. Y eso que comenzó mandando el huésped europeo, rocoso y fuerte, descompuesto conforme avanzó el duelo y la anfitriona materializó el plan de su técnico. Dispone de buenos medios el español, de laterales inmensos como Markovic –mejor goleador del campeonato, con 60 tantos en ocho encuentros–, Capote o Roine, y de un portero de lujo como Saric, pero el éxito lleva su sello. Él ha moldeado un equipo con una primera línea poderosa y extremos punzantes, con jugadores que han crecido de forma asombrosa con su método. Caso del asturiano Borja Vidal, un mastodonte que hasta hace nada jugaba al baloncesto y ahora guerrea en los seis metros como si fuese un pivote desde su infancia.



Polonia estuvo muy tierna y Qatar, bajo la permisividad arbitral y parapetada en un colosal Saric –recibió otra vez el MVP del partido, el cuarto–, se la zampó. Valero, que rodeó la pista como un torero para saludar al público, repite una y otra vez que está en deuda con el emirato por el proyecto y la disposición que le ha ofrecido. “Estoy feliz por el país, por el gobierno, por los jugadores, por la gente. Hoy ha sido un día increíble para nosotros”, afirmó Valero; “la clave de nuestro éxito es que hemos podido trabajar como un equipo, no como una selección. Debo mucho a este país”. Pues a él le deben un altar.








Un altar para Valero

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